El patrimonio cultural de nuestro continente se caracteriza por una gran diversidad lingüística, pero en él existen lenguas en riesgo de extinción digital debido al uso preponderante de otros idiomas, principalmente el inglés. Su hegemonía en campos tan diversos (tecnología, informática, robótica, moda, deportes, medios de comunicación) y la llegada de Internet y las redes sociales han hecho del inglés uno de los idiomas más utilizados en Internet y más hablados por los usuarios online.
Aunque en el contexto lingüístico en el que vivimos hayamos presenciado el avance de ciertos idiomas en detrimento de otros, eso no significa que, en lo que respecta a las lenguas minoritarias, debamos resignarnos a su lenta disolución. Las lenguas minoritarias representan la identidad de un pueblo, narran su cultura y su evolución histórica, y contribuyen a mantener vivas las tradiciones lingüísticas de un país.
La expresión «lenguas minoritarias» se refiere no solo a las habladas por minorías en un área geográfica delimitada, sino también a todos aquellos idiomas que se encuentran bajo la opresión de «otra» lengua que tiende a ejercer cierta supremacía sobre la lengua nacional, influyendo en ella en múltiples ámbitos. El predominio del inglés, por ejemplo, ha generado un número considerable de préstamos lingüísticos: muchos términos extranjeros han pasado a formar parte de la lengua italiana por razones de comodidad, brevedad o simplemente mayor uso, basta con pensar en palabras como «computer», «goal», «business» (pero la lista sería interminable).
Por eso, en muchos países se ha puesto en marcha una política de protección de la identidad lingüística nacional para contrarrestar la hegemonía de la lengua inglesa y defender su cultura. Uno de ellos es Francia, donde la ley Toubon impuso el uso de la lengua francesa en las publicaciones ministeriales, gubernamentales, públicas y comerciales con el fin de promover y estimular el enriquecimiento del idioma nacional: esta medida dio lugar al nacimiento de numerosos neologismos para sustituir términos que el inglés estaba supliendo (por ejemplo, «ordinateur» en lugar de «computer», «logiciel» en lugar de «software», etc.).
Como consecuencia de una menor o mayor influencia de «otra» lengua, las lenguas minoritarias pueden sufrir dos procesos:
La traducción-asimilación, cuando los hablantes utilizan términos extranjeros en su lengua, lo que provoca que la lengua extranjera se asimile a la lengua propia;
La traducción-diversificación, cuando los hablantes intentan no distorsionar la lengua nacional, defendiéndola de la hegemonía de la lengua extranjera.
En este contexto, por tanto, el papel de los traductores se antoja fundamental: una revolución lingüística que se precie debe contar también con su apoyo y debe desarrollarse en forma escrita (no solo oral), para que la inmensa riqueza que representan las lenguas minoritarias no corra el riesgo de dispersarse. A los traductores se les confía la tarea de no dejar que una lengua se doblegue ante el préstamo lingüístico: proteger su complejidad y su contenido mediante la entrega y el trabajo meticuloso de traductores especializados significa valorar esa maravillosa forma de arte que es la comunicación a través de la palabra, independientemente del idioma en que se exprese.